Despierto, son las tres de la mañana y esa maldita idea sigue carcomiendo mi cerebro. ¿Qué hago aquí en medio de este holocausto de mundo que he ayudado a construir? ¿Por qué dejé mi sangre cada día en un montón de ilusiones inútiles mientras el podrido mundo se sigue masturbando con las bondades y cagándose en la equidad? Tengo miedo de mirarme en ese espejo que se trasluce en la madrugada porque sé que un insulto se asoma y me carcome. ¿En qué momento dejé que mis pies guiarán mi cabeza? ¿Por qué me puedo quedar dormido tranquilo sabiendo que en cualquier esquina un hombre se desangra, y bajo un puente un niño trabado con gasolina se deja amamantar del miedo y sus carabinas? Sólo puedo explicarlo repitiéndome una y otra vez que mi cobardía es tan enorme que tal vez soy una clonación del miedo, una copia absurda de la malparidez del mundo.
Mañana me levantaré como cualquiera de los trillones de zombis que habita este mundo, reiré con mi rostro de idiota útil y me sentaré durante 10 horas a dejar que mi culo desgastado de años se adormezcan tras un cheque que no alcanza para pagar mi sacrificio. ¿Por qué me negué a ir por el mundo como un emisario de los ideales? ¿Por qué me acomodé como una ficha más del sistema y ahora apenas recuerdo mis sueños y un olor a fetidez me acompaña?
Daría mis testículos por un momento de grandeza, por salir desnudo por las calles del mundo gritando que aún hay una posibilidad, que debemos embarcarnos en la utopía de los sueños y que el maldito ser humano no puede seguir tragándose los otros dormidos seres que se mecen en la comodidad de los días. Quiero ser ese ser noctambular que se drogaba con las pulsaciones de la noche, que se embriagaba de libros, se trababa con caricias y amanecía contando las estrellas, lo único sin carta de propiedad en el planeta.
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La idea sigue lacerando como puñal de siete filos, el aire frío de la madrugada me acongoja, me siento más indefenso que un teletubi homosexual en las calles del Bronx. El tic-tac sigue su marcha, amaneceré mas viejo, más deprimente, más desgastado y apoltronaré mi cansado cuerpo sin poder cambiar una millonésima parte la mierda que satura el mundo. Es inútil desvelarme, soy como un cadáver que sueña con latidos efímeros. A quién engaño.