Nuestro amor nació en los parques
Al ritmo de la hojas caídas,
Acompañado del murmullo de las bancas.
Se fue alimentando de suspiros,
De la savia amarilla de las tardes
Y el sopor frío de las madrugadas.
Nuestro amor adquirió la forma
De las lentas despedidas,
Y los saborizados besos a mentol.
Se aferró a las pantallas en los cinemas,
Al agridulce sabor de palomitas
Y gaseosas importadas.
Nuestro amor recorrió las calles
Sin prestar atención a la muchedumbre
Y sus afanes,
Evadió las pancartas y los anuncios
Y se refugió en bares y moteles
A esperar la calma de los festivos.
Nuestro amor desayunaba cortometrajes,
Almorzaba cine-arte
Y cenaba con vino tibio azucarado.
Se fue robusteciendo hasta que ya no cupo
En la estrecha habitación
Llena de libros.
Un día nuestro amor se mudó a un edificio,
Cambió las cortinas,
Colgó una hamaca repleta de atardeceres,
Ordenó la biblioteca de los sueños
Y clavó una puntilla para guarnecer nuestra guitarra.
Limpió los rincones,
Adornó las paredes con recuerdos ambidiestros,
Hizo la cama y la deshizo tantas veces
Que es imposible calcular las contorsiones.
Nuestro amor, hecho de ciudad,
Le debe su constancia a esos lugares
Y reclama a grito seco
Más parques, más moteles, más bares, más calles silenciosas:
Será la única manera de evitar
Que el amor envejezca y muera.