miércoles, septiembre 16, 2009

CIUDAD MATRONA



Encriptada bajo un cielo denso, rodeada de un horizonte en donde la mirada se bifurca y ataviada de un cerro que castiga el lánguido paisaje, Bogotá es apenas un síndrome más de nuestros sueños. Ella como una matrona antigua se ha venido construyendo al ritmo de los sucesos y a través de los cristales del tiempo podemos ver su rostro joven, cuando escurrida entre lisonjas coloniales veía por sus calles transitar los dueños de las mentiras del poder que depositarían en sus palacios sus eternas larvas que aún se reproducen en las aceras de sus capitolios. Dueña de un tiempo estandarizado, hija de las mentiras europeas, Ella continúa su discursar por los lentos caminos Latinoamericanos. Luego la vemos entretejiendo complicidades ocultas mientras Mosquera y Obando ahorran despojos de república.


Una noche un disparo hirió sus oídos y contrajo los susurros de la noche. Las luciérnagas se desgajaron de los arbustos y el llanto se contuvo en la metáfora. Un corazón previamente delimitado por el hastío dejó de palpitar mientras afuera una llovizna pertinaz azotaba las calles empedradas. Poeta di paso… ¡el mal de nuestro tiempo!


¿Cuántas muertes requieren una ciudad para ingresar a la historia? Falsa morada de falsos forjadores de palabras. Un prostíbulo con nombre rimbombante: La Atenas de los poetas aburridos. Mustias narraciones encumbraron tu nombre hasta las estrellas, mientras tus calles se perdían entre charcos de lodo y la gente pisoteaba tu piel y poblaba tus cerros. Multitud agobiada por el peso de una herencia de sangre, multitud bebiendo de tu fuente para hacerte un desierto de carnívoros seres. Y la hoguera acrecentó la madera añeja de tu historia, tu cuerpo-ciudad ardía, la gente se refugiaba en las dos únicas posibilidades ideológicas, castrados, maniatados a los otros que siempre decidieron por ti. Tu marca histórica es de sangre, como la de Gaitán regada mientras los criminales lanzaban sus dados y repartían en parcelas la patria desde el epicentro de tus clamores: Cuando digo Patria… guardo silencio… La otra un papel.


La señal del índice que erradica la diferencia dormitó en vuestras caderas durante décadas, de nada importó que el mundo se tambaleara ante el grito de Daniel El Rojo, que el estruendo de las guitarras eléctricas movieran los entramados de los vientres y que la sicodelia engendrara la ceguera de los tiempos. Como huérfana de historia volviste a recoger las migajas del mundo convulsionado mientras un ebrio, drogado por la noche y camuflado en sus seudo-ideas se orinaba sobre la estatua de Bolívar.


El murmullo de los cuerpos caídos en las montañas eran traídos el por el viento e inundaron de olores nauseabundos sus callejuelas coloniales. Represión represión y bolillo por montón, gritaban los últimos osados mientras la caballería descargaba su odio a la diferencia bajo los cascos-todo-lo pueden de los jinetes del apocalipsis. Todo nos llega tarde, hasta la muerte… y luego las bombas sacudieron tus flacos edificios construidos al ritmo de la codicia y de la civilización, guerra ambivalente, secuaces corroídos por las pesadillas de Foucault. Aquel tiempo de parto, de estruendos, de llantos, de huidas, de sueños rotos, de bares agonizando en la penumbra, de transeúntes asustados refugiándose en tus faldas. Tiempo de la ira del hombre, de la cosecha arrasada por el viento de Marte. Juicio final adelantado, cancelado en cómodas cuotas burocráticas, tiempo muerto, patria boba eternizada, mientras tus hijos jugaban al consumo y se ahitaban de banalidades.


Cuando la justicia ardía tú gemías, porque habían mancillado de nuevo tu linaje. Palacio en llamas, grito de angustia, hacedores de muertes, vosotros habéis triunfado una vez más. Tus muertos sin nombre clamarán justicia en el infierno de los santos. Ya no hay lugar a dónde huir, el último rincón fue poseído por las sombras, el dolor se aletargará en tus entrañas y llorarás por siempre, arrojada al lugar de los invisibles que un día tuvieron rostros, pero los verdes señores de la guerra incineraron su despojos. ¿Cuándo caerá el próximo? ¿Seré yo, quien converso contigo desde la atalaya de mi silencio? Fue EL, la risa, la última expresión irónica que poblaba tus llanuras asfaltadas. Una esquina, un semáforo, un disparo, una historia menos, un delito más, y la justicia carcomida de gusanos. 13 de agosto, agorero día para la risa. Un pueblo que mata la risa, mata su futuro. ¿Qué será de ti dama gris?


Y sigues tu camino, atareada de baldosas, de trans-milenios, de edificios que eructan computadores desde sus ventanas, de gases pululando de orificio en orificio, de niños descalzos frente a los centros comerciales, de plasmas en oferta y almas costosas, de mundos encriptados en mini-mundos. Tú, la matrona, agobiada de confites, de ruidos y pecados acumulados en las iglesias, mujer que cada agosto cubre de pañuelos tu fealdad para hacerte atractiva a los turistas, cuyas plazoletas hablan del arte y de la muerte. Matrona sideral, cercana al cielo y al infierno, calor y frío para el forastero, codicia del avaro, sueño de poetas provincianos y guitarristas obsoletos. Todos vendremos a ti, acariciaremos tus mejillas, dormiremos una noche bajo el clamor de tu entrepierna y al amanecer huiremos. Matrona de ellos y de todos; y quizás un día mía.


Septiembre 16/2009

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