ARGUMENTO II

Mi historia con ELLA, fue pasional y tormentosa. Por ese entonces nadaba tras mi verdadero amor, y mi verdadero amor huía de mi presencia. Algo había en mi que no la convencía, mis manos aún no podían derribar el muro de su encanto y me conformaba soñando con tenerla un día, besarla, dejar mis manos libres de ataduras por su cuerpo, pero era eso, sólo un sueño. ELLA por su parte no jugaba a enamorarse, quería apoderarse de la noche, beberse el agua contaminada de los días, amanecer ebria contra los andenes vomitando su desesperanza, para eso yo la secundaba. Por eso nos engullimos en los rincones, en los baños, en los parques, en su alcoba, nos apretujamos de saliva en largos amaneceres, absorbimos el mismo humo y nunca nos amamos, eso lo teníamos claro. Un día mi verdadero amor cedió de repente y me encontré un atardecer meciéndome en sus brazos, descolgando mis babas románticas en su cuello, totalmente enamorado. Como debía ser, era y sigue siendo el amor de mi vida. ELLA quizás lo entendió, o no lo notó, al no encontrar mi cuerpo buscó otro y todo sucedido como debía suceder.

Hace un mes me encontré con una adolescente de ojos claros que me encendió con su mirada. Caminó a mi alrededor como un torero, presta a embestirme, me sonrió con esos labios carnosos y sedientos de un brebaje mágico. El tiempo y el amor me han hecho precavido, temo perder y eso alimenta mi prudencia. Sin embargo el riesgo es afrodisíaco, me dejé llevar como Odieso tras el canto de las Sirenas. Terminamos conversando bajo el embrujo de una luna artificial y degustando un vino. Le conté mis temores, ella sonrió. Le dije que sus ojos me atormentaban, ella sonrió. Le dibujé un cuerpo con mis manos, ella sonrió. Estaba al límite, mi corazón bombeaba adrenalina, mi cuello sudaba y las palabras se estrellaban en las encías queriendo salir. Me llevó tranquilo y cuando el desespero me había hecho trizas, lo dijo claro, sencillo y sonriendo: soy la hija de ELLA.