LA PUERTA QUE NUNCA SE CIERRA II
Ya van tres días desde que ingresé a urgencias del ISS acompañando a mi esposa: después de muchas revisiones y demasiados diagnósticos nada está claro. Parece que el espíritu positivista que domina el siglo también tiene sus quiebres. Las enfermeras nos miran con cierto desconcierto y los médicos parecen no importarles mucho la paciente de la cama 13. Ellos entran y salen, van a distintos centros asistenciales a formular sus recetas para conservar la salud, ahora la salud no es un bien público, mucho menos un derecho, ahora es un servicio y se vende. El tiempo en el ISS se alarga, hablo con los vigilantes, con los camilleros, con algunos pacientes que igual que yo están “im-pacientes”. Un vigilante curtido de horas conversa acerca del futuro de esta clínica. La van a privatizar, es su sentencia, la cual es compartida por los usuarios y por los trabajadores. En las paredes hay rastros de una reciente protesta por las nuevas disposiciones del gobierno frente al ISS. Todo el mundo lo sabe, está es la crónica de una nueva muerte anunciada.
Me he convertido en cliente asiduo de un caspete que funciona a la entrada de urgencias, el cual es atendido en este turno por Camilo, un joven estudiante universitario que está punto de graduarse y que trasnocha para conseguir la plática del derecho de grado. Me dice que la noche ha estado mala porque casi no hay gente, a él le sirve que las personas se enfermen, son las ironías del mercado. Igual que todos los “usuarios” del ISS, sabe que pronto habrá un revolcón para modernizarlo, algo que viene sucediendo hace años. Nadie entiende por qué esta institución no ha podido alcanzar puntos de eficiencia y aún la corrupción, la politiquería y la falta de conciencia en lo público lo siguen corroyendo. Uno puede ver que la mayoría de los empleados han comprendido que prestar un buen servicio de salud es fundamental para su sostenimiento, pero desde el Estado no existe voluntad para defender uno de los últimos derechos sacrificados a la luz de la globalización y el libre mercado. Las empresas privadas ven en la salud un excelente negocio y esperan al acecho. La ley 100 fue el inicio, la división en grandes clínicas siguió el curso y esta nueva reforma parece ser la estocada final. La muerte no es contundente, es premeditada, es sistemática.
Regreso junto a la paciente de la cama 13. Nuevos enfermos han ingresado. La contradicción médica entre diagnóstico y diagnóstico sigue a la deriva. De un momento a otro el parte médico es sencillo. Le otorgan la salida sin haber llegado a ninguna conclusión sintomática que garantice la curación. Una fórmula, otro bono de prepago y el papeleo necesario para la facturación. Salimos desconcertados pero con la esperanza que la droga se encuentre en la farmacia. Ilusiones de siempre, sólo la mitad de ella y la otra hay que comprarla.
Al dejar la puerta el vigilante se acerca para indagar y le comento un poco meditabundo que no le dieron respuesta satisfactoria pero que se tienen esperanzas en lo formulado. Nos desea suerte y se sienta de nuevo en su cubículo destinado a la vigilancia. El silencio ronda nuestra partida y antes de abandonar el ISS pienso en que de todas maneras el bien público debe ser defendido. La puerta de urgencias aún está de par en par, tal vez la próxima vez que tenga que regresar la encuentra cerrada.
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Nota: Estos hechos sucedieron a mediados de marzo de 2007. El 28 de Julio la policía se tomó las instalaciones de la clínica del seguro social en Ibagué y con esta medida el Estado colombiano inició la útlima etapa del desmonte de la salud pública.