martes, julio 15, 2008

INSOMNIO MÁGICO

Trato de recordar con claridad como iniciaba la novela, pero debo levantarme de la cama para saciar la duda. Busco en la biblioteca y el texto se evade. Leo algunos poemas de Vallejo que siempre permanecen refrigerados, vigentes, atentos…Luego buscó aquí, allá y doy con una versión pirata del texto, no encuentro la pasta dura de Plaza y Janes. Igual encuentro el motivo de mis desvelos:

Durante el fin de semana los gallinazos se metieron por los balcones de la
casa presidencial, destrozaron a picotazos las mallas de alambre de las ventanas
y removieron con sus alas el tiempo estancado en el interior, y en la madrugada
del lunes la ciudad despertó de su letargo de siglos con una tibia y tierna
brisa de muerto grande y podrida grandeza.

Ese era el inicio que no me dejaba dormir, el primer párrafo de la mejor novela de Gabriel García Márquez: “El otoño del patriarca”. Ya estoy enganchando sigo leyendo para derrotar el insomnio, y más adelante me encuentro con este hermoso pasaje:

...pero cuando lo dejaron solo otra vez con su patria y su poder no volvió a
emponzoñarse la sangre con la conduerma de la ley escrita sino que gobernaba a
viva voz y de cuerpo presente a toda hora y en todas partes con una parsimonia
rupestre pero también con una diligencia inconcebible a su edad, asediado por
una muchedumbre de leprosos, ciegos y paralíticos que suplicaban de sus manos la
sal de la salud, y políticos de de letras y aduladores impávidos que lo
proclamaban el corregidor de los terremotos, los eclipses, los años bisiestos y
otros errores de Dios, arrastrando por toda la casa sus grandes patas de
elefante en la nieve mientras resolvía problemas de estado y asuntos domésticos
con la misma simplicidad con que se ordena que me quiten esta puerta de aquí y
me la pongan allá, la quitaban, que me la vuelvan a poner, la ponían, que el
reloj de la torre no diera las doce a las doce sino a las dos para que la vida
pareciera más larga, se cumplía, sin un instante de vacilación, sin una pausa…

Claro por eso no podía dormir. Es que se me antoja urgente volver a leer este texto, ahora cobra una vigencia insospechada, así su autor guarde silencio, pero quizás ya nos dejó sus gritos en la obra. Pobre país éste, y pobre yo que no puedo conciliar el sueño. Sigo leyendo…

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