Hoy en la mañana me encontré de frente con una protesta, algo no extraño en mi Colombia en la cual es urgente volver a leer a Henry Thoreau. Lo que me impactó fue la población que protestaba: los niños y jóvenes de una institución educativa de básica primaria y secundaria. Se habían apertrechado en una vía pública importante y el trancón ya era enorme. Los conductores no estaban tan indispuestos ante el panorama y tal vez se debía a que frente a ellos se encontraban niños de 8, 9 y 10 años reclamando presupuesto para la educación y lanzando arengas en contra del Estado. Después de más de media hora, los muchachos levantaron la barricada construida con troncos, piedras y palos. Limpiaron la vía ante la vista impávida de los policías que esta vez se limitaron a observar aquella marea de muchachos, quizás algunos de sus hijos estarían allí. Luego se devolvieron en una gran procesión carnavalesca a su colegio.
Entonces me quedaron las preguntas como péndulos en la garganta: ¿Para qué sirve la protesta? ¿Se puede construir tejido social expresándose ante el público impávido que observa y no siente? En los años ochenta solíamos movilizarnos en contra de lo que ya preveíamos, en contra de lo que el entonces futuro, ahora presente, nos ratifica. Leíamos a Galeano, a Enrique Dussel, a Neruda, a Leo Huberman, y muchos más. Soñábamos con transgredir el mundo, en reorganizar la civilización. Mi profesor de democracia ciudadana se avivaba ante nuestra osadía y nos veía con sus ojos de esperanza. Quizás nosotros haríamos lo que ellos no pudieron. Una vez lideré una protesta en contra del rector y de las directivas de la institución quienes habían decretado que llevar el cabello largo era ir en contra de las normas. Alegué que las normas deben ser concertadas, no impuestas. No fue aceptado tal argumento. Bloqueamos la cooperativa y las aulas. Todos estuvimos de recreo durante dos días. Entonces llamaron a la concertación y apareció el profesor de democracia ciudadana como mediador. Él olvidó las Venas abiertas de América Latina, El canto a América y la Erótica de la mujer y la liberación latinoamericana. Fue tajante, dijo que el pelo largo atentaba contra las buenas maneras. Alegué entonces que raparan las mujeres. No fue aceptado tal argumento. Nos amenazaron con expulsarnos. El 90% cedió de inmediato. Los demás resistimos otra tarde más. Al día siguiente, en la portería del colegio, estaba mi profesor de democracia ciudadana acompañado de 6 policías, exigiendo documentos para ingresar. No ingresé a clases aquella tarde. Caminé por la ciudad y estuve fumando en un parque hasta que entendí que la lucha de clases no es una asignatura para el salón de clases, y que transgredir el orden es más difícil que leer “Los bienes terrenales del hombre”. Aún llevo el cabello largo, ahora nadie me lo impide, pero en varios lugares soy observado con desconfianza. Lo que si no he podido aclarar del todo es, para qué sirve la protesta.
Entonces me quedaron las preguntas como péndulos en la garganta: ¿Para qué sirve la protesta? ¿Se puede construir tejido social expresándose ante el público impávido que observa y no siente? En los años ochenta solíamos movilizarnos en contra de lo que ya preveíamos, en contra de lo que el entonces futuro, ahora presente, nos ratifica. Leíamos a Galeano, a Enrique Dussel, a Neruda, a Leo Huberman, y muchos más. Soñábamos con transgredir el mundo, en reorganizar la civilización. Mi profesor de democracia ciudadana se avivaba ante nuestra osadía y nos veía con sus ojos de esperanza. Quizás nosotros haríamos lo que ellos no pudieron. Una vez lideré una protesta en contra del rector y de las directivas de la institución quienes habían decretado que llevar el cabello largo era ir en contra de las normas. Alegué que las normas deben ser concertadas, no impuestas. No fue aceptado tal argumento. Bloqueamos la cooperativa y las aulas. Todos estuvimos de recreo durante dos días. Entonces llamaron a la concertación y apareció el profesor de democracia ciudadana como mediador. Él olvidó las Venas abiertas de América Latina, El canto a América y la Erótica de la mujer y la liberación latinoamericana. Fue tajante, dijo que el pelo largo atentaba contra las buenas maneras. Alegué entonces que raparan las mujeres. No fue aceptado tal argumento. Nos amenazaron con expulsarnos. El 90% cedió de inmediato. Los demás resistimos otra tarde más. Al día siguiente, en la portería del colegio, estaba mi profesor de democracia ciudadana acompañado de 6 policías, exigiendo documentos para ingresar. No ingresé a clases aquella tarde. Caminé por la ciudad y estuve fumando en un parque hasta que entendí que la lucha de clases no es una asignatura para el salón de clases, y que transgredir el orden es más difícil que leer “Los bienes terrenales del hombre”. Aún llevo el cabello largo, ahora nadie me lo impide, pero en varios lugares soy observado con desconfianza. Lo que si no he podido aclarar del todo es, para qué sirve la protesta.
7 comentarios:
"Se puede construir tejido social expresándose ante el público impávido que observa y no siente?"
NO
Pero me niego a abandonar la rebeldía, me niego a la hegemonía que adormece, me asquean las "protestas" enmascaradas de sectores de mi sociedad.
Sé, que pateé muchas avenidas haciendo la carrera, sé que a veces (las menos) le ganamos al establishment, sé, que muchas veces volvimos vencidos y corridos a palos por la policía.
Aún así, bogo por que la protesta sirva para abrir los ojos...
(Qué socialista utópica qué soy...es incurable)
Un beso Sr.
Mar...
"Todos los incurables son curados, cinco minutos antes de la muerte..", eso decía quién...Albertico Cortés..??¡?¡ creo, y ahora cuando atisar las masas y vociferar es el oficio de los dueños del poder (y de los medios), pues uno ya no sabe para qué sirve protestar..pero me uno a tu idealismo que de la mano tuya...
Besos
Hoy, la protesta callejera cerrando calles y rutas es una moda en América Latina. Lo vivimos en Argentina todos los santos días. Tal vez sea la única forma que los protestantes puedan ser escuchados. Abrazos.
Mmmm... para mi entender, protestar es un derecho. Creo que sirve. Justamente la pregunta es ¿Para qué sirve?.
Y créeme que mientras existan personas que protesten las cosas no están tan perdidas.
Quizás alguien diría que protestar debe ser por una causa razonable, y quizás ahí está el quid del asunto, pero yo creo que no, yo creo en las protestas sociales, creo que sirven principalmente para sentirnos un pueblo vivo. Así como nuestro organismo protesta cuando comemos de más o cuando bebemos de más, así mismo debe protestar un país para sentirse vivo y dar cuenta de los abusos.
Un beso.
Fgiucich
Tal vez, pero me surgen otras preguntas ¿en verdad son escuchados?
¿por quiénes?
Un saludo
Invisible soledad
Esa reflexión es interesante, algo podríamos concluir para debatir mis dudas: "protesstar es sentirse vivo"...me agrada, por eso es bueno recibir tus visitas, porque me reanimas.
Un abrazo desmedido
La verdad no sé que se gana con protestar: si, somos escuchados cuando salimos a la calle, hasta en los medios de comunicacion aparecemos como una noticia relevante. Pero al otro dia o a la semana todo lo dicho se bifurca.
chaoo...
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